La libertad del gato y el canario

por Irving Trejo
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En casa de María hay un canario que nació sin esperanza de conocer la libertad; vive en una jaula de latón de treinta por treinta que cuelga de la rama de un viejo árbol en el jardín. 
Todas las mañanas el canario viste y decora el vecindario con su canto, un canto que sabe a libertad, aunque ese canario no la conozca. 
En el vecindario vive un gato que, en cambio, si es libre; viene y va cuando quiere, de día o de noche y se pasea por los tejados y jardines a su antojo. El gato sabe del canto del canario y no logra comprender cómo es que ese canto sabe y se siente a la libertad que el sí conoce. 
El gato visita al canario cada mañana; trepa ese viejo árbol del jardín, descansa su cuerpo sobre la rama que sostiene la jaula y lo observa, contempla inmóvil su encierro, mira al canario durante horas, hasta que se oculta el sol; sigue con la mirada cada movimiento del canario que brinca de un extremo a otro pizcando granos de alimento y lanzando destellos de libertad en cada nota.
El canario, a pesar de su encierro, es parte de esa libertad.

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