Sabina y Sabines

por Irving Trejo
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En la tienda de las cosas viejas que visito al menos una vez al mes, me encontré el burocito que teníamos en casa Julieta y yo.
Hacía tanto tiempo ya, que no pensé que algo más nada, podría haber sobrevivido a aquel incendio.
En aquel buró guardaba mis poemas junto al dildo de Julieta que tenía de emergencia cuando yo no llegaba pronto a casa y las horas se me vaciaban en el bar de la esquina jugando poker o hablando con las putas de Javiera la matrona.
Cada que podía, dejaba que las horas se me escurrieran entre el alcohol, el tabaco, las putas, el poker, Sabina y Sabines en ese lugar que me ha dado tanto que escribir.
Ese burócito almacenó por mucho tiempo todas esas historias que no lograba hacer nacer ya al lado de Julieta. Al final todo se quemó; el buró, esos textos, mis historias, y Julieta, que se había quedado dormida con una vela encendida esperando mi llegada una de esas noches.

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