Miré la carta, el libro, la mesita, el florero de cristal con las gardenias blancas que su hermana trajo para ella, apenas hacía tres días que vino de visita. Me detuve unos segundos mirando las flores, tan vivas como el primer día que llegaron y que N feliz de ver a su hermana las recibió y puso enseguida en el florero con agua fresca.
Las gardenias seguían tan radiantes, tan encendidas, tan eternas.
[Fragmento de Carta a N número 1]